UN AÑO SIN EL FLACO
Una voz querida
se apagó. Una voz amiga, talentosa, inconfundible. Los mediocres reirán por
dentro, siempre cobardes para gritar su mala leche mal escondida. Se fue un
temible adversario de todos ellos. A las almas sensibles se nos fue un
referente. Uno de los que jamás equivocan el lado del mostrador que deben
ocupar en esta película.
Llora la poesía
a raudales. ¿Quién demonios la escribirá ahora sin la urgencia por la venta,
con la paciencia bella del orfebre, la del alfarero, la del ebanista, ese que
no busca que miles corran a consumir su arte de apuro, de Shopping que cierra
en media hora, sino que alguien se emocione después de desentrañar una metáfora
que se sintió primero para luego ser palabra?
Lloran los
niños que se quedaron sin Plegaria. Las lindas muchachas cuyos ojos de papel
sangran como los de las vírgenes milagreras. Llora el viento al que le
regalaste todas las hojas y te mueve hoy más que nunca; y Fermín cómo llora con
sus manos inútiles ante semejante puta muerte.
Llora el
asfalto hirviente de las rutas argentinas y el capitán Beto tiene la mirada
nublada en el espacio infinito. Lloran los libros de la buena memoria que quién
carajo se tomará el poético trabajo de escribir como vos.
Ana no va a
dormir ni con todos los calmantes del recetario y Cris se va a lamentar tanto
de haberte hecho sufrir así. Hasta la nena boba que no sabe bailar llora aún
sin entender por qué. Ni hablar de los tajos que en sueños y despiertos
desearán febrilmente gustarte, poeta.
Los hermanos
perros seguirán tirando de sus cadenas sin descanso en tu honor y los mestizos
llorarán su llanto de hombres, y con sus lágrimas transformarán la tierra que
los cobija en barro, tal vez.
Volá, Maestro,
que Maribel y los niños que escriben en el cielo te esperan con los brazos
abiertos.
Volá, Flaco
querido, aunque acá nos quedemos sin saber cómo seguir viviendo sin tu amor.
Pablo
Mattesz
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