lunes, 4 de febrero de 2013


UN AÑO SIN EL FLACO


Una voz querida se apagó. Una voz amiga, talentosa, inconfundible. Los mediocres reirán por dentro, siempre cobardes para gritar su mala leche mal escondida. Se fue un temible adversario de todos ellos. A las almas sensibles se nos fue un referente. Uno de los que jamás equivocan el lado del mostrador que deben ocupar en esta película.
Llora la poesía a raudales. ¿Quién demonios la escribirá ahora sin la urgencia por la venta, con la paciencia bella del orfebre, la del alfarero, la del ebanista, ese que no busca que miles corran a consumir su arte de apuro, de Shopping que cierra en media hora, sino que alguien se emocione después de desentrañar una metáfora que se sintió primero para luego ser palabra?
Lloran los niños que se quedaron sin Plegaria. Las lindas muchachas cuyos ojos de papel sangran como los de las vírgenes milagreras. Llora el viento al que le regalaste todas las hojas y te mueve hoy más que nunca; y Fermín cómo llora con sus manos inútiles ante semejante puta muerte.
Llora el asfalto hirviente de las rutas argentinas y el capitán Beto tiene la mirada nublada en el espacio infinito. Lloran los libros de la buena memoria que quién carajo se tomará el poético trabajo de escribir como vos.
Ana no va a dormir ni con todos los calmantes del recetario y Cris se va a lamentar tanto de haberte hecho sufrir así. Hasta la nena boba que no sabe bailar llora aún sin entender por qué. Ni hablar de los tajos que en sueños y despiertos desearán febrilmente gustarte, poeta.
Los hermanos perros seguirán tirando de sus cadenas sin descanso en tu honor y los mestizos llorarán su llanto de hombres, y con sus lágrimas transformarán la tierra que los cobija en barro, tal vez.
Volá, Maestro, que Maribel y los niños que escriben en el cielo te esperan con los brazos abiertos.
Volá, Flaco querido, aunque acá nos quedemos sin saber cómo seguir viviendo sin tu amor.


                                               Pablo Mattesz

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